Alicia Vargas, doctora: "Haciendo que la corteza prefrontal madure podemos evitar situaciones de estrés crónico"
%3Aformat(jpg)%3Aquality(99)%3Awatermark(f.elconfidencial.com%2Ffile%2Fa73%2Ff85%2Fd17%2Fa73f85d17f0b2300eddff0d114d4ab10.png%2C0%2C275%2C1)%2Ff.elconfidencial.com%2Foriginal%2F645%2F56f%2Fec7%2F64556fec79a85f55d10707bb3e01df8f.jpg&w=1280&q=100)
“Nuestro cerebro puede ser nuestro peor enemigo o nuestro mejor aliado”. Así lo afirma la doctora Alicia Vargas, experta en neurociencia cognitiva, al hablar del impacto que el estrés tiene en nuestro cuerpo. La especialista explica cómo este fenómeno desgasta la mente, pero también el corazón, el sistema inmune e incluso la fertilidad, si no se gestiona correctamente. Pero no todo está perdido: también hay herramientas científicas para reducir sus efectos.
La clave está en distinguir entre eustrés y distrés. El primero es el estrés bueno, ese que sentimos cuando tenemos un examen, una reunión importante o una cita. Nos activa, nos pone alerta y nos permite reaccionar. El problema comienza cuando ese estado se alarga más de la cuenta: el distrés es el estrés mantenido en el tiempo y sus consecuencias son muy negativas.
“El estrés crónico desgasta todo el cuerpo”, alerta Vargas. Puede elevar la presión arterial, afectar al corazón y suponer un factor de riesgo de infartos. Además, su acción prolongada debilita el sistema inmune, nos hace más vulnerables a enfermedades, y altera procesos básicos como el sueño o el apetito. “Hay gente que deja de comer y otros que no paran”, añade.
Pero el cerebro también sufre, y mucho. La doctora explica cómo el cortisol —la hormona del estrés— daña la comunicación entre las neuronas y afecta la memoria y la capacidad de aprendizaje. “A largo plazo, se reduce la plasticidad del cerebro”, señala. Y esa es una de las razones por las que muchas personas mayores tienen dificultades para recordar cosas o sufren fatiga constante.
Vargas propone un enfoque integral: “Lo primero es anticiparse”. La incertidumbre genera más estrés, por lo que saber cuánto va a durar una situación, aunque sea una estimación, ya ayuda a reducir el malestar. El ejemplo clásico es el dentista: si el profesional nos dice cuántas limpiezas quedan, el cuerpo se relaja.
Otro recurso fundamental es la red social de apoyo. Rodearse de personas que ayuden a canalizar la frustración es una herramienta poderosa. Y si además podemos sentir que tenemos algo de control —aunque sea simbólico—, los niveles de ansiedad bajan. En palabras de la profesional: “No se trata de tener todo bajo control, sino de creer que puedes con ello".
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F57d%2Fed6%2F481%2F57ded64811970f3309f4fc6a681e5b83.jpg)
La meditación y el ejercicio también son aliados. “La meditación cambia literalmente tu cerebro”, dice la experta, al referirse a estudios que demuestran cómo se fortalece la corteza prefrontal con esta práctica. En cuanto al deporte, debe ser algo elegido y constante. Si se convierte en una obligación, acaba siendo un estresor más.
Y ahí es donde aparece una de las ideas más potentes del mensaje de la doctora: “Si conseguimos que madure la corteza prefrontal, podemos prevenir el estrés crónico”. Esta parte del cerebro está ligada a la toma de decisiones, la planificación y el control de impulsos. Fortalecerla —ya sea con meditación, ejercicio o hábitos saludables— ayuda a gestionar mejor las emociones.
“El estrés no siempre es el enemigo”, concluye la doctora Vargas. A veces es un aviso, una alarma que debemos atender. Lo importante es aprender a escucharlo, entenderlo y responder con estrategias que cuiden nuestro cuerpo y nuestra mente.
“Nuestro cerebro puede ser nuestro peor enemigo o nuestro mejor aliado”. Así lo afirma la doctora Alicia Vargas, experta en neurociencia cognitiva, al hablar del impacto que el estrés tiene en nuestro cuerpo. La especialista explica cómo este fenómeno desgasta la mente, pero también el corazón, el sistema inmune e incluso la fertilidad, si no se gestiona correctamente. Pero no todo está perdido: también hay herramientas científicas para reducir sus efectos.
El Confidencial